Octavilla, redactada para la
manifestación del 19 de julio a las 20:30 en Puerta Purchena.
LA CRISIS DEL SISTEMA Y LA JUVENTUD
TRABAJADORA
La actual crisis económica está poniendo al orden día los límites
del capitalismo y el cómo estos actúan en nuestro día a día.
El capitalismo en su actual grado de desarrollo (fase imperialista)
tiende constantemente a la proletarización y la pauperización
de quienes participan en la producción ¿qué significa esto?
Que el capitalismo para mantener sus períodos de expansión necesita
empobrecer a la clase trabajadora, hacer descender su nivel de vida y
su poder adquisitivo en un proceso al que se une la necesidad
objetiva de hacer descender a más sectores sociales a la posición
del obrero asalariado (los profesionales, los autónomos…) que
desprovisto de los medios de producción tiene que vender su fuerza
de trabajo para sobrevivir. Esta tendencia general del capital (más
obreros y más pobres) la vemos en todas partes: reducciones
salariales, recortes sociales, cierres masivos de pequeñas empresas…
en definitiva aumento de las filas de la clase obrera y descenso de
nuestro nivel de vida. Cada vez somos más los obreros asalariados en
el estado español y en el Mundo.
Las crisis del capital se producen generalmente como crisis de
sobreproducción. Es decir, el capital para mantener sus
ganancias y la extracción de plusvalía a los trabajadores necesita
producir más y más hasta llegar a un punto en que el mercado no
puede absorber todo lo que se produce. Los bancos mantienen esa
producción ya que financian la compra de más productos haciendo
aumentar el consumo (el mejor ejemplo es el mercado de la vivienda).
Pero en el fondo están preparando las condiciones para que las
consecuencias de la crisis, cuando estalle, sean más graves. Cuando
ya es imposible dar salida a los productos estos se estancan y el
capital financiero “desaparece”, los bancos no dan créditos ni
hipotecas y el obrero obligado a consumir para mantener su puesto de
trabajo es tildado como un “vividor” que estuvo por “encima de
sus posibilidades”. La prensa convierte las crisis cíclicas de la
producción capitalista en un problema individual y moral del
trabajador “poco ahorrador” o del capitalista que invirtió mal.
Cuando las crisis estallan el capital necesita destruir fuerzas
productivas, tanto mano de obra (despidos masivos) como empresas
(cierres) para así dar salida a lo sobreproducido e iniciar otro
ciclo de crecimiento y beneficio, esto es, reactivar el proceso de
acumulación de capitales que necesariamente acabará en una
nueva crisis. Es la constante de las crisis cíclicas del
capitalismo.
En esta operación, los burgueses se ven obligados a cantar por la
defensa de la libertad mundial, la patria amenazada, la civilización
en peligro… para inventarse las guerras de rapiña. Invaden
países donde exterminan a importantes segmentos de la población,
destruyen sus fábricas y sus infraestructuras y así conquistan un
nuevo mercado hacia el que exportar, para poder iniciar acumulación
de capital. Hace un año la UE y EEUU decidieron bombardear Libia
asesinando a cerca de 100.000 personas. Hoy las bombas sobre Siria
hacen sonar los tambores de una guerra a gran escala contra Irán,
donde morirán cientos de miles de obreros por las necesidades de un
imperialismo en crisis que necesita guerra para poder invertir en
industria militar, de equipamientos, construcción…
Y todo esto tiene su proyección política. Las crisis económicas
hacen que el capital se reconfigure. El Estado es un órgano de
opresión de la clase dominante, pero en su gestión también
cristalizan las relaciones entre las clases que se benefician del
sistema capitalista: la oligarquía financiera, la burguesía
industrial, la pequeña burguesía, la aristocracia obrera… Y vemos
como aprovechando el ataque al conjunto de la clase obrera, los
sectores financieros e industriales aprovechan para atacar a los
sindicatos mayoritarios (representantes de la aristocracia obrera)
quitándoles poder dentro de la democracia capitalista al minimizar
la fuerza de los convenios colectivos, reconfigurando las Cajas de
Ahorro, etc. Esto que se lleva de forma democrática entre estas
clases en el poder a través de debates parlamentarios,
negociaciones, huelgas pacíficas, manifestaciones semi-festivas…
incide de forma dictatorial sobre la clase obrera, pues ocurre
que en las disputas entre la burguesía quien sirve siempre como
carne de cañón es la clase obrera. Y así mientras CCOO, UGT, el
PSOE, el PP, la CEOE… llevan cuatro años con la paz social en la
boca, el proletariado sufre la violencia estructural de la
dictadura parlamentaria con más de 1 millón de familias sin
ningún tipo de ingreso, con más de 5 millones de obreros parados,
con cientos de miles de migrantes españoles o extranjeros obligados
a marcharse del país, con decenas de miles de familias que no pueden
pagar la calefacción, que pasan hambre todos los días del año o
que son expulsadas de su casa. Y que encima tienen que aguantar los
insultos de la patronal y de los pesebreros de las tertulias de radio
y TV.
En las metrópolis imperialistas los recortes de libertad se
presentan irónicamente como salvación de la misma. Nuestra sociedad
es desde hace tiempo un gran cuartel militar reaccionario donde se
coartan los derechos a la vez que se constituyen ficheros ideológicos
de la población, se convierte al ciudadano en un delator y
confidente del Estado. La policía toma las calles y hace de cada
acto político una persecución contra los sometidos por el régimen
burgués. En tiempos de bonanza la persecución política se
asume como defensa de la sociedad por parte del Estado frente a los
radicales: antifascistas, okupas, abertzales, comunistas… en
tiempos de crisis todos los trabajadores somos el enemigo, con
independencia de nuestro nivel ideológico y organizativo, aunque la
burguesía siempre tiende a descabezar a la clase persiguiendo a los
más conscientes y mejor organizados, precisamente a los que tilda de
radicales.
El gran capital interviene a los países con deudas. Antes se
financiaban golpes militares en América y se aplaudía el genocidio
de los campesinos y sus guerrillas. Hoy la “troika” impone
gobiernos tecnócratas en Italia y dicta la subida del gasto
militar a Grecia a la vez que le obliga a dejar en la calle a cientos
de miles de trabajadores públicos. Panorama que en breve llegará al
estado español.
Ante este duro paisaje la burguesía recrudece su ofensiva ideológica
justificando toda operación contra la clase obrera: recortes en
educación, despidos en masa, guerras en Oriente Próximo, cacerías
policiales de inmigrantes “sin papeles” en Madrid o Barcelona,
etc. Se busca crear la conciencia de que no hay salida posible, de
que este es el único camino que la sociedad puede andar, el que pasa
porque los trabajadores sigamos subordinados a los intereses de
capital. Pero ¿es esto cierto? ¡No!
El régimen capitalista se sustenta sobre nuestras manos de donde
salen las riquezas que sirven a los burgueses para comprar a los
mercenarios de la pluma y la pistola. Es nuestro trabajo el que
permite al patrón despedirnos y seguir en su gran casa con su
Mercedes último modelo mientras se vanagloria de ver su bandera
ondeando en Bagdad o Trípoli y a sus tropas desfilando por la
Castellana.
Los trabajadores y, en especial, la juventud tenemos que organizarnos
para luchar por otro modelo social, por un sistema en donde no
estemos subordinados a nuestros explotadores y en donde la
administración de las cosas no signifique que deba existir un Estado
que cuenta con miles de burócratas, de militares, policías, etc.
que solo sirven a la burguesía y cuya misión social es mantener el
orden establecido.
Para nosotros esa sociedad es el Socialismo, la dictadura
revolucionaria del proletariado, en donde son las clases
obreras y populares las que organizan su democracia contra las
clases explotadoras, para destruir las relaciones sociales que
hoy nos impone la dominación capitalista con su paro, su miseria,
sus guerras de rapiña, su destrucción del medio ambiente, su
opresión sobre los pueblos...
Para ello necesitamos construir una organización que conecte de
manera real esos intereses estratégicos con nuestra actividad
diaria. Y para ello se necesita de una teoría que nos permita
comprender la práctica previa de la lucha de clases, que nos ayude a
analizar la rica experiencia de la Revolución Proletaria Mundial,
pues la lucha no es nueva y los trabajadores llevamos ya dos siglos
enfrentándonos al capital. Y si no somos los trabajadores los que
construimos esa teoría sobre nuestra propia experiencia serán las
clases dominantes las que utilicen a nuestros combatientes y muertos
para sus propios intereses (gran ejemplo nos brinda la memoria
histórica fomentada por el Estado, que trata a los obreros
revolucionarios de los años 30 como a reformadores del capital y
precursores de la Constitución del 78)
Solo con esa teoría, que definimos como socialismo científico,
podemos elaborar un Programa Revolucionario que logre conectar
realidad presente con objetivo futuro. Pues el programa
revolucionario como praxis real de un movimiento político
revolucionario organizado pasa necesariamente porque ese programa
y ese movimiento tenga unas bases independientes con respecto a las
políticas de la burguesía y nos permita mantener la cuestión de la
Revolución y el Socialismo no como horizonte lejano y
propagandístico, sino como realidad tangible sobre la que nos
organizamos.
La construcción de ese movimiento, que es lo que concebimos como
Partido Comunista, necesita de la participación activa de
los sectores conscientes y combativos de la juventud trabajadora y
necesita de esa teoría que nos permita actuar fuera de los cánones
establecidos por la ideología dominante en todas sus formas (desde
las más reaccionarias hasta las supuestamente progresistas que solo
plantean reformar algunas consecuencias del capital y volver al falso
bienestar del capitalismo de rostro humano). Es decir que hoy es
primordial para la juventud trabajadora organizarse para resolver las
tareas políticas y teóricas que tiene nuestra clase social para
luego llevarlas a término enfrentándonos directamente al
capitalismo y su régimen desde las estructuras sociales y
organizativas, de todo tipo, que construyamos como clase
revolucionaria que debe encontrar en su experiencia histórica,
sintetizada en teoría revolucionaria, y en su posición objetiva en
la producción capitalista, las bases para construir el Socialismo
y el Comunismo destruyendo al capital.
¡DESTRUYE AL CAPITAL, CONSTRUYE COMUNISMO!
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