“Sólo los
canallas o los bobos pueden creer que el proletariado debe primero conquistar
la mayoría en las votaciones realizadas bajo
el yugo de la burguesía, bajo el yugo de la esclavitud
asalariada, y
que sólo después debe conquistar el poder.
Esto es el colmo de la estulticia o de la hipocresía,
esto es sustituir la lucha de clases y la revolución por
votaciones bajo el viejo régimen, bajo el viejo poder”
V.I. LENIN
El
presente curso ha sido señalado por los representantes de la burguesía como
el año del cambio, pues en él
coinciden elecciones municipales, autonómicas y generales. Todos los
partidos toman posiciones, ya que nadie quiere perder su papel en esta perversa
farsa tantas veces representada y en donde siempre pierde el proletariado. No
tanto porque nuestra clase se juegue algo durante esas jornadas en que se
escenifica la fiesta de la dictadura parlamentaria, sino porque el mero
desarrollo de las mismas no es más que un medio para que las
variadas estratificaciones del capital colaboren entre sí en la
ardua tarea de acumular fuerzas para
la reacción, encuadrando a las masas en su órgano
político predilecto, el Estado burgués y su
pléyade de organismos de representación:
desde el ayuntamiento, venerado por los feligreses sin aspiraciones de la pequeña
burguesía, al parlamento central, a donde
tradicionalmente han peregrinado, sin mucha suerte hasta ahora, los que saben
que para mendigar limosnas han de tratar con el capital de alta alcurnia.
La
caducidad histórica de las instituciones burguesas se
demuestra en que desde éstas sólo es posible desarrollar
una política que va en contra de la mayoría de
la sociedad. El reformismo es reaccionario, pues reproduce la base socioeconómica
del capitalismo. Los más piadosos deseos del sindicalista, las éticas
proposiciones del pequeño propietario, se traducen siempre en más
explotación y miseria para el proletariado, así como
para las masas de los pueblos oprimidos.
Pero tal agotamiento de los instrumentos que la
burguesía sostiene para representar su mundo, no sólo se
inscribe para la clase obrera en términos negativos. La experiencia acumulada durante todo un periodo de la Revolución
Proletaria Mundial
(RPM), el Ciclo de Octubre, nos enseña que
la clase proletaria, lejos de tener que tomar los instrumentos de dominación de
la burguesía, a través del concurso pacífico
en las elecciones o violento mediante una insurrección
formal, ha de romper violentamente la máquina estatal de la burguesía a
través de sus propios medios de lucha: el Partido Comunista representa la
organización del proletariado como clase revolucionaria y comporta la existencia de todo un sistema único
de organismos de todo tipo, que la vanguardia en fusión con
las masas constituye para enfrentarse a la dominación de
clase de la burguesía. Este enfrentamiento ha de encauzarse a través de
la organización del proletariado revolucionario como clase dominante, siendo así que
la tarea del Partido Comunista, una vez está reconstituido, es la de
construir los órganos de Nuevo
Poder, la dictadura del proletariado,
organizando masas a través de la estrategia de Guerra Popular, es
decir, mediante la línea militar proletaria como concreción de
la línea de masas en ese estadio de desarrollo del
proceso revolucionario.
Los
medios parlamentarios, sin embargo, no permiten a la vanguardia elevar la
conciencia política de las masas de la clase para que
comprendan la necesidad inmediata de la revolución socialista, pues tan sólo
permiten reproducir el régimen de dominación existente. Esos medios,
como recurso táctico de la revolución, se
circunscriben al período de acumulación de fuerzas pacífico, o político, en contraposición a la
fase militar de la revolución. Más en
concreto, sólo pueden servir en la fase inmediatamente
anterior a la existencia del Partido Comunista, cuando se trata de que el
movimiento de vanguardia comunista se vincule políticamente a la vanguardia práctica
de la clase obrera. Es sólo en este período, en función de múltiples
contingencias a tener en cuenta en cada momento, cuando la vanguardia
marxista-leninista podrá utilizar las viejas instituciones como tribuna
y siempre en función de las necesidades concretas del proceso de reconstitución del comunismo.
En la
actualidad, en el Estado español multitud de
organizaciones que dicen defender los intereses de la mayoría, se afanan por mostrar la
validez de las instituciones burguesas como medio central para el desarrollo
del movimiento obrero o popular, pues
por más vueltas que le den, la estructura
parlamentaria siempre aparece como centro desde el que han de aplicarse las
demandas de los movimientos de resistencia que ellos dirigen o pretenden
dirigir.
Un
lugar privilegiado entre quienes defienden la estrategia parlamentaria lo ocupa
hoy Podemos. Esta organización se
ha destacado como socialdemocracia
rediviva durante el último año, desde su sorprendente
resultado en las pasadas elecciones europeas. Por los intereses de clase que
representa y por la procedencia de sus cuadros políticos,
Podemos es fiel reflejo del partido obrero
liberal legado por el Ciclo de Octubre, cuya definición
pasaría por una contraposición
formal a los efectos del capitalismo tardío (proletarización de
capas medias, pauperización de las masas, internacionalización de
las relaciones capitalistas…), combinada con una defensa
a ultranza del Estado Benefactor
(cuyos pilares son la sobreexplotación de las masas proletarias y
la opresión de otros pueblos). Aunque todo esto
cristaliza en Podemos sin el peso social y cultural de ser una organización
oportunista nacida al calor de ese ciclo: para defender la reforma del capital,
Podemos se agarra a la democracia en general, sin necesidad de referirse
complementariamente a Enver Hoxha, a Pyongyang o a la URSS del señor
Breznev, como hacen los diversos gremios de la ortodoxia revisionista. De hecho, Podemos ni siquiera pretende
hacer suyo el bagaje político y cultural del movimiento obrero, como ha
mostrado este último Primero de mayo, suponiendo este deslinde
con la tradición obrera la verdadera diferencia entre la nueva socialdemocracia y la vieja socialdemocracia “comunista”, y
que hace permisible introducir en el discurso revolucionario esa distinción de
matiz entre el oportunismo a lo Podemos
y el revisionismo que aún hegemoniza el movimiento comunista existente.
En lo
concreto, Podemos se presentó en sociedad para disputar la hegemonía, en
nombre del pueblo, a las élites económicas, con
el objeto de reimpulsar dentro del sistema democrático-burgués el
papel de las llamadas clases medias (aristocracia obrera y pequeña
burguesía). Tras un año de pre-campaña
electoral, la propuesta de Iglesias y cía. se ha desfondado,
mostrando que la reforma desde abajo, si no se presenta como
alternativa reaccionaria a un verdadero movimiento revolucionario, como
ocurriera durante el Ciclo de Octubre, no
tiene recorrido. Y eso que, al contrario que su organización
hermana Syriza, Podemos aún no ha gestionado el viejo poder. Lo cómico
es que los Iglesias y cía. se han mostrado oportunistas incluso con sus
principios burgueses, pues lo que están traicionando con sus patéticas peticiones en las “negociaciones” con
la lideresa socialista en Andalucía, es
la gradación de las reformas del régimen
del 78, es esa fatua lucha contra la corrupción que se ha convertido en leitmotiv de esta nueva vieja socialdemocracia. Del republicanismo tradicional han
transitado hacia aquella conservadora concepción de la política
que tiene por centro la accidentabilidad
de las formas de gobierno. Del ramplón internacionalismo pequeño
burgués valedor de la Venezuela bolivariana, han
pasado a la primera línea de defensa de la unión monetaria europea, el infranqueable muro defensivo de la Troika. En suma, nuestros nuevos oportunistas, los que hace un año se
dieron un bautismo de masas en que se autoproclamaron como ingenieros de la nueva política, son los primeros que
acuden a comulgar cuando el capital monopolista dispensa sus ruedas de molino.
Pero
lo más importante en relación a
los límites del parlamentarismo como política
proletaria, es que incluso hoy Podemos plantea su concurso electoral como una
combinación entre movimientos sociales e instituciones,
poniendo siempre en valor que el parlamento no es el eje central de su acción política,
sino sólo un paso más hacia la realización de
sus lineamientos programáticos. Más allá de lo
absurdo que resulta plantear esto por quienes han utilizado su capacidad de movilización
social para servir de válvula de escape a la crisis
de las instituciones
maquillando a éstas (sólo así puede
percibirse la participación en las elecciones al ¡parlamento
europeo! ¡la institución más
despreciada por las masas!), lo que este discurso demuestra es: en primer lugar
que Podemos y lo que representa son un eco de esa concepción política
que acabó dominando a los partidos proletarios durante
el Ciclo de Octubre, tomados por el inmediatismo político
al carecer de una estrategia revolucionaria. Y segundo, que aquella concepción
empirista y economicista que se somete al devenir de la democracia burguesa,
con los ritmos que el parlamentarismo le impone, lejos de ser la plasmación de
la flexibilidad táctica que
ha de nutrir el desarrollo de la táctica-plan de la vanguardia
revolucionaria, no es más que la muestra del cerril dogmatismo y la
estrechez de miras de quienes no conciben más mundo posible que el que
el mercado capitalista en su incesante reproducción pone ante sus narices.
La
ligazón entre este oportunismo y el revisionismo
queda clara en los paralelismos presentes en su quehacer político.
Ahí tenemos al Partido Comunista de los Pueblos de
España (PCPE), como si tres décadas
después de “práctica
de masas” con nulos resultados, le hubiesen llevado a
despertar, una vez más, en 1984. Análisis tras análisis,
nuestros revisionistas han llegado invariablemente a la misma conclusión, con
independencia del estado concreto de la lucha de clases: siempre que la burguesía
convoca elecciones, allí está el PCPE para presentar un “programa
mínimo”, concienzudamente preparado
para combatir el “izquierdismo” de las masas y presto a ser
realizado de urgencia dentro de los márgenes
del Estado burgués. Pero qué mejor ejemplo de esa
interpenetración entre los postulados de las diversas
facciones de la aristocracia obrera radicalizada que la dramática
posición del Partido del Trabajo Democrático,
atravesado por sus dos eternas pasiones: la de la ortodoxia revisionista que
sigue acogiendo en su seno, y la del bravo oportunismo consecuente que se abre
camino, como señala el mismo nombre de la organización,
como mostró su petición de voto a Podemos en las
pasadas europeas y como evidencia su vocación a conquistar las concejalías obreras para desde las
instituciones burguesas crear… ¡conciencia
sindical!, que al parecer es la nueva tarea de los “comunistas”. ¡El
imperialismo los cría y ellos se juntan!
La firmeza de oportunistas y
revisionistas para defender dogmáticamente su estrategia
parlamentaria contrasta con su eclecticismo generalizado ante el referéndum
del 9 de Noviembre en
Cataluña. Podemos, exponiendo los límites
del nuevo reformismo, nadó en la charca de la ambivalencia respecto al
derecho democrático a la autodeterminación, sin
ocultar su actitud chovinista-españolista. Y el resto de
socialdemócratas “comunistas”
reptaron entre la ambigüedad y la férrea defensa del statu quo, el que garantiza el sometimiento nacional de Cataluña. El
revisionismo, instalado en la quietud y el obrerismo más
estrecho, fue además incapaz de comprender la significación del
referéndum y sus diferencias con una convocatoria
convencional: el 9-N tenía un carácter imperativo, en el que el pueblo catalán podía expresar sin mediaciones su posición ante
la relación entre Cataluña y el Estado español. El
9-N podía, pues, servir para dar solución a la opresión nacional que sufre Cataluña. Además,
aquel referéndum significó una brillante ocasión para
la educación en el internacionalismo proletario de nuestra clase. Elementos
todos estos que permitían la incursión de la vanguardia
marxista-leninista en la gran política, sin
menoscabo del mantenimiento de la
independencia política de nuestra clase, en cuyo horizonte más cercano sigue estando la
resolución de los problemas ligados a
la reconstitución ideológica y política del comunismo.
Pero
frente a la estulticia de los representantes de la aristocracia obrera, las
posiciones del proletariado revolucionario empiezan a avanzar. Aunque la Línea de
Reconstitución (LR) sigue siendo a día de
hoy una corriente ideológica en el seno de la vanguardia de la clase proletaria, lo que exige
priorizar la reconstitución ideológica del comunismo, el avance del marxismo-leninismo entre los sectores
más avezados de la clase obrera es una realidad.
Derivada de esta situación, la LR tiene hoy entre sus principales tareas
la de articularse como movimiento político de vanguardia, construyendo un referente de la vanguardia
marxista-leninista que pueda acometer el Plan de Reconstitución a través del Balance del Ciclo
revolucionario y del desarrollo de la lucha de dos líneas.
Medios que garantizan esa construcción del movimiento proletario
revolucionario sobre bases independientes y ajenas a los parámetros
que la inercia del capital impone al oportunismo en sus diversas formas, desde
las más neonatas hasta las que siguen parapetándose
en los hábitos liquidadores del pasado siglo.
Por ello, ante las sucesivas
convocatorias electorales que la clase obrera va a padecer a lo largo de este año, en
donde el único cambio posible se sitúa
sobre el nombre de quiénes van a gestionar la dictadura del capital
durante los próximos años, la consigna a defender desde el comunismo revolucionario es la del
boicot: ¡Porque las elecciones no
sirven para defender los intereses de las masas proletarias! ¡Porque las elecciones no
sirven a la vanguardia revolucionaria para reconstituir comunismo!
¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!
¡Guerra popular hasta el comunismo!
¡Ante la farsa electoral, boicot!
¡Ni un voto obrero en las urnas!
Balanç i Revolució
Cèl·lula Roja
Juventud Comunista de Almería
Juventud Comunista de Zamora
Movimiento Anti-Imperialista
Nueva Dirección Revolucionaria
Nueva Praxis
Revolución o Barbarie
Mayo de 2015
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