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Por los derechos de la mujer trabajadora

. viernes, 9 de marzo de 2012
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Llegamos a este 8 de marzo en un contexto de crisis económica que pone en jaque los derechos de las mujeres. La celebración de este día no debe ser entendida como un acto de celebración propiamente dicho, sino que debe ser entendida como una jornada en la que todo el mundo debe reivindicar unos derechos que, a día de hoy, se encuentran en el corredor de la muerte. Y digo que todo el mundo debe hacerlo, puesto que no debemos caer en el error de sobreentender que es solo papel exclusivo de la mujer el defender sus propios derechos, sino que debemos verlo como parte principal de la lucha de los derechos del conjunto de la clase trabajadora a la que pertenecen, y por ello, el apoyo a esa lucha no debe distinguir de géneros.

Es ya sabido que el contexto de crisis del capital en el que nos encontramos, ha arrasado con la inmensa mayoría de la clase trabajadora pero, en concreto, la situación de la mujer y sus derechos por la igualdad, están siendo especialmente afectados. Esta afirmación la basamos en las distintas actuaciones que el actual gobierno capitalista del PP está llevando a cabo. En primer lugar, la nueva Reforma Laboral que fue aprobada el pasado día 10 de febrero, representa un grave impacto para la clase trabajadora puesto que perjudica la negociación colectiva y la regulación de las relaciones laborales. Así, la Reforma, afectaría a convenios logrados anteriormente en derechos de conciliación de la vida personal con la vida profesional, y por ello, este hecho perjudica seriamente al género femenino, porque aunque no nos guste reconocerlo, aun la mujer sigue siendo la principal encargada del trabajo doméstico. Además, dicha Reforma Laboral, fomenta la ejecución de horas extras en los tipos de contratos a tiempo parcial, lo que supone precarizar aun más si cabe la realidad laboral de las mujeres, puesto que el mayor porcentaje de personas que poseen estos tipos de contratos son, precisamente, ellas, y en concreto, ese porcentaje es del 77%. Por otra parte, quedan suspendidas las bonificaciones para la reincorporación de mujeres tras la baja por maternidad o excedencia, lo que supone también una exclusión del mundo laboral en toda regla.

En segundo lugar, cabe destacar la propuesta de modificación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Se trata de un paso atrás en el derecho de la mujer a su libre poder de elección, el libre control de su cuerpo y de su sexualidad.

En un tercer lugar, conociendo las alarmantes cifras de víctimas por violencia de género y sabiendo los recientes datos sobre la brecha que diferencia el salario de mujeres frente al de hombres, brecha que en España es del 16%, es nuestro deber denunciar la política de recortes que este gobierno capitalista está realizando sobre las diversas áreas de la mujer destinadas a la igualdad de género que, si ya antes representaba una asignación insignificante de los presupuestos, puesto que ésta rozaba escasamente el 1% del total, ahora esos recortes han sido disminuidos hasta un 45% en provincias como Málaga, mientras que en Almería, la segunda provincia española con la cifra más alta en víctimas por violencia de género, la disminución ha sido del 16%.
Estas son algunas de las evidencias del supuesto estado de igualdad del que también el gobierno anterior venía presumiendo, pero la realidad demuestra que esa igualdad era ficticia, y que los logros no son más que eso, pura ficción para el capitalismo. Por tanto, no nos engañemos. Confiar en reformas dentro de este sistema, significa seguir confiando en la opresión sobre la mujer. Esto se debe al “matrimonio por conveniencia” existente entre el sistema capitalista y el modelo patriarcal. El modelo patriarcal responde a un esquema de relaciones sociales, las cuales, están determinadas por los modelos de producción. La necesidad de un sistema patriarcal se consolida por la propiedad privada de los medios de producción. Y, la ya existente división sexual del trabajo, define a los varones como propietarios de dichos medios. El modelo de dominación patriarcal, pretende restringir la libertad sexual de la mujer, para ello, asegurar una línea hereditaria que permita la descendencia varonil y la herencia de dicha propiedad privada. Por ello, el matrimonio entre hombre y mujer, para el sistema patriarcal, simplemente significa la limitación de la sexualidad de la mujer a la exclusividad de su marido. Además, al quedar el hombre en dominación de los medios de producción, también se queda encargado de controlar la economía del conjunto de la sociedad, hecho por el cual, a lo largo de la historia, se ha venido limitando el acceso de la mujer al control de la economía.

Desde el siglo XVIII, ha sido papel fundamental de la lucha de diversas olas y corrientes feministas el poner en entredicho ese modelo patriarcal, denunciar sus injusticias para la mujer y reivindicar la igualdad de género. Debemos reconocer que esa lucha ha ocasionado pequeños logros en concesión de derechos a la mujer, pero logros incompletos, que sólo han servido para apaciguar a dichos movimientos y concederle terreno a un sistema capitalista que sólo entiende la explotación del hombre por el hombre o, en este caso, quizás esté mejor dicho, el de la mujer por la mujer. Además, a día de hoy, el sistema capitalista, sigue poniendo de manifiesto su represión a la mujer en hechos como la violencia de género, la prostitución, su falta de independencia económica, la división sexual de los trabajos, la precariedad laboral de la mujer, o en la transmisión de valores patriarcales a través del control de la educación o de los medios de comunicación.

Por ello, las y los comunistas debemos ver claramente la existencia de ese matrimonio por conveniencia que constituyen el modelo patriarcal con el sistema capitalista y que la lucha contra uno debe estar unida obligatoriamente, con la lucha hacia el otro. Así, la lucha por la igualdad de la mujer, debe ligarse a la lucha de clase, siendo la libertad e igualdad de la mujer, el eje y la fuerza central de la lucha de la clase trabajadora. Esto quiere decir, que el feminismo debe empapar todas nuestras fuerzas, formando parte del primer nivel de acción en esa lucha de la clase trabajadora. El apoyo a las reformas dentro del sistema si bien, tácticamente, pueden tener efecto, estratégicamente, significará al retorno de nuestras manos vacías, por ello:

¡SUMEMOS NUESTRA CONSCIENCIA A LA LUCHA CONTRA EL CAPITALISMO! ¡POR EL SOCIALISMO!

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